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  • Foto del escritorBenigno Morilla

El triunfo puede que no sea tanto triunfo como presumen algunos


La redundancia del título puede deberse al hecho siguiente. Dos partes de la humanidad tienen opiniones enfrentadas acerca de la naturaleza dominante en los seres humanos. Unos afirman que sobresale más la parte cooperativa. Son optimistas pero con discreción. Otra, que los competidores están motivados para ser considerados socialmente como triunfadores.


Veamos:


Esta última se apoya en un ejemplo primigenio. Se trata de un argumento muy usado por ciertos psicólogos para animar a los clientes que consideran faltos de autoestima argumentándoles de esta guisa: “Usted es un ganador desde el primer momento, pero parece no haber caído en la cuenta. ¿Ha pensado alguna vez que fue el espermatozoide más rápido y hábil compitiendo, entremezclado y  medio aturdido en el torrente eyaculador de su papá, contra ciento cincuenta millones de espermatozoides semejantes a pistoleros implacables intentado penetrar en un óvulo para fecundarlo? Si no fuera así, usted no estaría ahora aquí, sentado frente a mí, abatido por las falsas ideas que ha desarrollado sobre sí mismo”.


Es una analogía muy reconfortante que insufla poder y motivación sobre ciertas personas. Lástima que no sea del todo exacta.


No siempre llega a concebir el óvulo el espermatozoide más veloz ni el más poderoso ya que, contrariamente a lo tenido por cierto, los espermatozoides más rápidos que componen el pelotón de cabeza no entran así como así en el óvulo sino que, rondando la zona pelúcida o superficie del óvulo, fallecen o quedan malheridos en el asedio por causa de un sinfín de complejas escaramuzas biológicas. Al final, cual si de la toma de Granada se tratara, los primeros en alcanzar el objetivo, descuidados entre choques y bullas, dejan que se cuele en el óvulo el espermatozoide menos aguerrido pero más sibilino. Lo hace a la chita callando, como si dijéramos adentrándose de puntillas para aposentarse triunfante en el trono femenino.


Después de lo dicho, si alguien se toma en serio al psicólogo que le ha hecho  creer que es un triunfador por haber ganado a ciento cincuenta millones de hipotéticos hermanitos potenciales, ya sabe que no es así. La medalla que le colgó en su pechera ahora habrá de verla como triste fruto de una estrategia artera y chusca consistente en aprovechar un pasillo abierto a tortas o inesperadamente por los primeros, más bravos y peleones.


Entrar como si nada es la estrategia favorita de los políticos. De ahí que, por ejemplo, nos preguntemos con frecuencia ante todo un Presidente de Gobierno: “¿Cómo ha podido llegar tan lejos semejante rucio?" La respuesta, quizá, sea porque fue el más tramposo de la avanzadilla eyaculada.


Ahí lo tenemos ahora, completado como persona, hecho un brazo de mar por haber sido el primero en atravesar la Puerta Grande y dar la vuelta al ruedo después de haber corrido a lo largo de esa copia de la calle de la Estafeta. Calle pamplonica donde celebran las corridas en los San Fermines convertida en unas gigantes trompas de Falopio.

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