El mensaje que he lanzado con éxito en mis cursos ha sido que, en efecto, podemos mejorar aspectos de la personalidad que creíamos imposible de transformar. Uno de los principales es el de los estados de ánimo paralizantes y que nos hacen sufrir a la vez que a los que nos rodean. El consumo de medicamentos antidepresivos y ansiolíticos se encuentra en alarmante auge cada año. De no poner remedio a estos episodios puntuales pueden hacerse crónicos y provocar males mayores. Las actitudes escapistas son caminos casi siempre sin retorno o cuando menos tortuosos y propicios para toda clase de desequilibrios. Culpar a otros de los errores propios suele ser un primer paso., alcoholismo (aceptado y hasta aplaudido socialmente), drogas, ataques de pánico, desmotivación, bulimia, anorexia y un sinfín de desarreglos prenden fácilmente desde un punto de partida que parecen circunstancias desafortunadas, puntuales y reversibles. Pero, por desgracia, muchos casos terminan en la consulta de un psiquiatra, no de un psicoterapeuta que suele etiquetarlos como casos inherentes a la persona o a alguna situación que ha desbordado al “paciente”.

 

¿Para qué arruinar nuestra vida y éxito personal pudiendo ponerles remedio? Ansiedad, angustia, miedo, etc. son los azotes mentales y emocionales de nuestro tiempo. La buena noticia es que podemos cambiar esos estados negativos con las técnicas y con explicaciones cabales que posibilitan su cambio que nos devolverán o las conductas anteriores o novedosas que nos dejarán perplejos por su simplicidad.