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Tácticas de lobo: tácticas humanas

  • Foto del escritor: Benigno Morilla
    Benigno Morilla
  • 19 may 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 11 jun 2022


Subestimamos ciertos animales. Todos metidos y unificados en el mismo saco, llamamos “animal“ tanto a una gamba como a un león. Veamos como la RAE define el término “animal” en su primera entrada:

1. Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso.

Curiosamente, en la segunda entrada se luce, pues para definir una palabra lo hace con la misma que lo designa.

2. Animal irracional.


Y se acabó.


Las subdivisiones que los diferencian (taxonomía) siguen manteniéndose englobadas dentro del término “animal”.


¿Y por qué no pensamos que un animal, si bien se diferencia de los hombres en tantas cuestione especialmente de orden morfológico, lo que condiciona su evolución pero, que conservan otras propiedades que merecen ser llamadas “cualidades” que bien podríamos llamar otra "clase inteligencia"? ¿O somos tan narcisista que sólo admitimos la razón lineal como signo de inteligencia? Es una pregunta importante pues la respuesta afirmativa entroniza la ciencia como única vía que presupone la superioridad mental del homo sapiens. Es decir, el viejo mito bíblico que considera al humano como Rey de una creación que le confiere un reinado sobre todo (naturaleza) y todos, lo que conduce al totalitarismo de lo que manejan una tecnología a costa de la pérdida de sus valores esenciales así como la pérdida de facultades también engullidas por la soberbia descomunal del mono desnudo,


Estaré de acuerdo con aquellos que son sensibles a este mensaje. He sido creado en un medio científico que aborrece y borra toda hipótesis de todo lo posible. Así, el ser humano, en boca de un sabio hindú, se toma por “una luciérnaga que ilumina el mundo”. Otros más prudentes no llegan a tanto orgullo, pero niegan toda trascendencia olvidando que no hay causa sin efecto y viceversa. No hay efecto sin causa. El universo entero es un efecto cuya causa está muy lejos de ser comprendida y menos aún que permita negar el hecho causal de carácter universal.


Este comentario viene apoyado por las reflexiones de zoólogos que han estudiado el comportamiento de los lobos y, aunque animales, se diferencias mucho de las gambas.


Una hilera de lobos al completo demuestra una inteligencia natural (algunos lo llamarán instintiva) lo que compromete una definición convencional de este término, dejando intacto el concepto ciego de animal racional). Visto con otros ojos, los estudiosos desprejuiciados, vieron en la conjuración de la hilera una prueba de anticipación serena que resulta ser una estrategia inteligente que para sí quisieran muchos militares. Muy por delante, dejando un espacio que permita la reacción del resto de la manada en caso de ataque de otra especie enemiga. El adelantado es muy joven. Por tanto, más fuerte y aventajado en todas sus facultades. Su conducta dictará el comportamiento del resto. Detrás caminan otros lobos jóvenes y fuertes que podrán ayudar al pionero mientras se organiza para el ataque el resto de lobos que componen la hilera. Son más viejos o menos capacitados. Pero se unen en caso de ataque. En este orden y en una hilera capaz de dispersarse con facilidad en función del desarrollo de la lucha. Por último, muy rezagado, camina el más viejo. Tiene menos fuerza, pero mayor experiencia aprovechable. Los lobos no llevan a los ancianos de la manada a residencias, apartados y condenados por no estar atento a los “adelantos de la ciencia”. Ese lobo postrero carece de la fuerza del adelantado pero, en cambio, él sólo y los que se anteceden forman una retaguardia con suficiente distancia entre sí como para dar un aviso y su modo de actuar está en función de como sea el ataque el enemigo. Será la retaguardia la encargada de la respuesta táctica. También los aullidos, dependiendo de su empleo son un código indicador para toda la manada que sabrá como responder, especialmente para los más resueltos.


Por algo se dice, desde antiguo, “Homo homini lupus” (el hombre es un lobo para los hombres). A nadie se le ocurrió afirmar que “El lobo es un lobo para los lobos”.


Benigno Morilla

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